Pablo Gonzalez

Terrorismo callejero en Venezuela

La oposición en Venezuela, lejos de sufrir los rigores de una “dictadura comunista” que los asfixia políticamente, se encuentra en una situación privilegiada.

Cuentan con el apoyo financiero, estratégico, institucional y mediático de los poderes económicos y gobiernos occidentales.

 Y por lo tanto no necesitan disimular. 

Sus miembros pueden ejercer la violencia de forma abierta y transparente, contratar a mercenarios para crear el caos en las calles (incluidos paramilitares llegados desde Colombia), destruir edificios públicos, profanar cementerios para cortar las carreteras con los ataúdes, saltarse todas las leyes vigentes en el país, desconocer los resultados electorales, desconocer la propia Constitución, y por supuesto pueden mentir, insultar, difamar, manipular, contradecirse… o incluso asesinar a sus rivales políticos, a ciudadanos de a pie y a los funcionarios del Estado, incluidos Policías y militares.

Hagan lo que hagan su “legitimidad democrática” está fuera de toda duda, aunque empuñen un rifle de asalto o incendien una comisaría, un hospital o una escuela pública. Todo vale contra un gobierno que forma parte del “eje del mal” y que en 2015 fue declarado arbitrariamente por Obama como “una amenaza para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos“.

Ningún medio de comunicación, ninguna reconocida ONG, ningún gobierno ni organismo o institución desde Occidente condena estas acciones ni cuestiona sus métodos, a pesar de que estos gobiernos occidentales jamás permitirían que este tipo de “oposición” se aplicara en sus propios países, de hecho las manifestaciones pacíficas que se producen en Europa son reprimidas duramente en no pocas ocasiones.

 En Francia en estos momentos, tras la victoria del candidato del poder financiero globalizado, estamos viendo de nuevo imágenes de violencia policial contra manifestantes que bien podrían confundirse con imágenes de Caracas.

En España, por ejemplo, donde jamás se ha visto a ningún dirigente ni partido político ejercer contra el gobierno central el tipo de “oposición” que vemos en Venezuela, se ha juzgado o condenado con penas de cárcel a cientos de activistas sociales y sindicalistas que participan en movilizaciones pacíficas contra el gobierno y en defensa de sus derechos laborales y sociales. 

El tipo de “manifestaciones pacíficas” que ejerce la oposición venezolana serían consideradas en España como “terrorismo callejero”. 

Las imágenes no dejan lugar a dudas del tipo de manifestaciones que se están ejecutando en Venezuela. El número de “chavistas” y policías muertos tampoco.

Finalmente, lo más doloroso ha sido, además de decenas de civiles, policías y Guardias Nacionales heridos, las 21 muertes provocadas por estas “marchas pacíficas” y lo más asombroso es el descaro de sus dirigentes para evadir toda responsabilidad en las mismas. 

Por el contrario y apegados al guión de que ellos son ángeles que simplemente luchan pacíficamente por liberar a Venezuela de la cruel dictadura, todas esas muertes son responsabilidad del gobierno porque no se deja tumbar. 

Sólo en 3 muertes han estado involucradas fuerzas del orden, algunas sin motivación política. Otras muertes han sido causadas en disturbios generados por las bandas paramilitares y el resto, crímenes cometidos por militantes de oposición en su afán de acabar con el chavismo. [1]

Sin embargo, quienes desde España legislaron para equiparar el “vandalismo urbano” con el “terrorismo callejero”, apoyan ahora el mismo tipo de terrorismo cuando se aplica en Venezuela para derrocar a un gobierno que no se somete a la dictadura del capital occidental. 

El bipartidismo político español, la prensa corporativa, las grandes ONGs y los “progresistas neoliberales” (incluido Podemos: Rita Maestre lamenta que las libertades estén “en pendiente descendente en Venezuela”) están realizando un gigantesco ejercicio de hipocresía, complicidad y de manipulación de la realidad apoyando la violencia golpista en Venezuela contra un gobierno legítimo que, con todos su defectos, podría darles muchas lecciones de democracia participativa y justicia social a los gobiernos neoliberales de la OTAN.

Aunque, en realidad, este apoyo a la barbarie no debe sorprendernos, porque estos “demócratas” y “progresistas” españoles también apoyan a los terroristas de Al Qaeda en Siria, a los que llaman “rebeldes”, o a los neonazis de la plaza Maidán en Ucrania, a los que llamaban “revolucionarios”.

¿Por qué si son tan legítimas las “manifestaciones pacíficas” en Venezuela, la “izquierda” española no imita ese modelo de protesta y de oposición venezolano, y lo aplican aquí contra el régimen neoliberal de Rajoy?

Queman cajeros y contenedores, lanzan piedras a los escaparates, destrozan el mobiliario y todo cuanto encuentran a su paso y perpetran emboscadas contra las fuerzas antidisturbios, a cuyos agentes lesionan e incluso intentan rematar en el suelo. 

El modus operandi del millar de radicales que causaron el pánico en Madrid recuerda mucho al utilizado por los terroristas de la llamada «kale borroka», (…). 

Hubo un tiempo en el que los cachorros de ETA gozaban de la misma complacencia penal que los radicales que protagonizaron los incidentes del sábado en Madrid. (…) hasta que se atajó en problema de raíz con un cambio legislativo que pasó por aprobar en el año 2000 la ley de responsabilidad penal de los menores en delitos de terrorismo, por juzgarlos en la Audiencia Nacional y por modificar el artículo 577 del Código Penal. 

A raíz de esa reforma, se empezaron a considerar terrorismo urbano todas aquellas acciones en las que no solo existía riesgo para la vida o integridad de las personas, sino también aquellas con las que, más allá de causar daños materiales, «se pretende atemorizar a toda una población o colectivo». [Así se combatió jurídicamente la “kale borroka”,- diario español ABC, 28/3/2014]

Los dirigentes políticos más mediáticos de la oposición en Venezuela gozan de la impunidad y el apoyo político y mediático occidental, a pesar de que esa oposición golpista no cuenta con el respaldo de la mayoría de la población y trata de derrocar por la fuerza a un gobierno salido de las urnas. 

Son incapaces de derrotar al gobierno por la vía democrática, ni siquiera cuando el gobierno revolucionario de Venezuela sufre el desgaste propio de una guerra de 4ª generación contra la que lucha desde hace años (desgaste que se añade al producido por sus propios errores estratégicos).

 Por eso ahora, por enésima vez, han puesto en marcha una nueva insurrección violenta bajo los conocidos métodos del “golpe suave” siguiendo el manual de la CIA [2] y las órdenes del Departamento de Estado estadounidense.

Aunque cada país tiene sus peculiaridades políticas y sociales concretas, estos métodos siguen un mismo patrón de actuación interna y externa perfectamente coordinados que ya se han aplicado en otros países contra otros gobiernos hostiles a los intereses de Washginton, ya sea en Ucrania, Irak, Libia, Siria… El libreto que se aplica es similar en todos los casos:

Primero se intenta deslegitimar al gobierno que se quiere derrocar, lanzando contra él acusaciones sobre la falta de democracia y de libertades dentro del país. Esta campaña de propaganda mediática va acompañada de una condena política por parte de las potencias occidentales hecha pública a través de los medios de comunicación y de las instituciones supranacionales que ellos controlan. La intención es aislar políticamente al enemigo, en este caso al gobierno de Venezuela. Asimismo se imponen sanciones económicas por parte de los organismos y poderes financieros internacionales, que tratan de provocar a medio plazo una revuelta interna fruto de la precaria situación económica que ellos mismos con sus sanciones han provocado entre la población (el desabastecimiento premeditado de productos básicos provocado por la burguesía empresarial venezolana forma parte de esta agenda). Más tarde, cuando la situación económica interna empeora y el descontento social aumenta se produce la insurrección violenta encabezada políticamente por dirigentes opositores apoyados, dirigidos y financiados desde el exterior que utilizan a su vez a grupos de mercenarios para sembrar el caos y la violencia en las calles. Por último, tras una campaña sistemática de propaganda mediática, se denuncia la grave “crisis humanitaria” que sufre el país y se llama a la “comunidad internacional” a intervenir militarmente para salvar a la población civil, con el imprescindible apoyo de las ONGs más reconocidas (Médicos Sin Fronteras, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, etc.). Así se cierra el círculo imperialista occidental.


No importa que estos grupos opositores sean minoritarios dentro del país, ni tampoco importa su ideología fascista [3] o fundamentalista, ni sus métodos extremadamente violentos, puesto que los grandes medios de comunicación corporativos amplifican sus demandas y manipulan los hechos para que parezca todo lo contrario, presentándolos como “pacíficos manifestantes”, “activistas por los Derechos Humanos” o “jóvenes estudiantes” que luchan por la libertad y la democracia.

Esto exactamente fue lo que vimos con total claridad en las “pacíficas manifestaciones” de la plaza Maidán de Ucrania en 2014, donde grupos extremadamente violentos y de ideología claramente neonazi encabezaron un golpe de Estado (bajo los métodos del golpe suave o revolución de color) apoyados por Washington y Bruselas, y que fue presentado por los medios corporativos como una revolución pro-europea, democrática y pacífica: el llamado “Euromaidán“. Todas las imágenes e informes que pudimos ver a través de los medios independientes y las redes sociales evidenciaban que se trataba de todo lo contrario a lo que nos estaban relatando desde los medios corporativos occidentales [4]. Los miembros de la policía caían abatidos por las balas de francotiradores, pero éstos y otros muchos hechos violentos jamás fueron citados en los informativos occidentales. Lo que ocurrió después en Donbáss y los crímenes que se están cometiendo en nombre de la “democracia europea” son bien conocidos.

Puestos a establecer paralelismos, en Venezuela estamos asistiendo a la reaparición de la versión venezolana de los Cascos Blancos que operan en Siria, es decir, el brazo “humanitario” y “propagandístico” de Al Qaeda en Siria. Se trata de los “Cascos Blancos/Cruz Verde” [5] un grupo de “estudiantes de medicina” que de forma “altruista” acompañan a los manifestantes para socorrer a las víctimas de la “dictadura venezolana”. Dicen ser “apolíticos” y estar dispuestos a prestar ayuda médica a los heridos de “ambos bandos”, exactamente el mismo discurso que sus homólogos yihadistas en Siria. La propaganda de guerra y la injerencia extranjera se disfraza una vez más de “ayuda humanitaria”.

En resumen, estos grupos opositores golpistas que actúan impunemente en Venezuela bajo la supervisión de Washington utilizan la violencia extrema en contra de las instituciones del Estado, buscando con ello una respuesta del gobierno que tiene obligatoriamente que usar la fuerza, puesto que no cabe otra posibilidad ante una serie de acciones criminales, bien organizadas y continuadas en el tiempo contra el Estado y contra sus propios ciudadanos, y así preparar el escenario para una intervención extranjera en Venezuela.


Por su parte, el coronel Zomacal – ya bajo arresto – confesó ser el coordinador de la participación militar y el encargado de manejar los explosivos C-4 para generar caos en las calles y atacar instalaciones militares, entre ellas el Fuerte Tiuna y el Casco Central de Caracas.

“Tenemos 88 policías – declaró Zomacal -, pero necesitamos 120 (…) porque debe haber un grupo detrás de la marcha de María Corina (Machado) para que vayan saqueando. Queremos hacer creer ante la opinión pública nacional e internacional que el pueblo tiene hambre” [6]

La otra alternativa que tendría el gobierno de Venezuela sería entregar el poder a los golpistas – como hizo Yanukovik en Ucrania en 2014 – en contra de la opinión y de los intereses de la mayoría de la población; y de paso entregarle a las grandes corporaciones anglosajonas las mayores reservas probadas de petróleo del mundo. Venezuela se convertiría entonces en una verdadera “democracia” para Occidente.

REFERENCIAS – NOTAS

[1] La verdad de Venezuela: el supuesto autogolpe y las garras del Imperio,- un trabajo de Carlos Fazio y Carmen Bohórquez, miembros de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad.

[2] El manual Sharp y los “golpes suaves” en América Latina,- artículo del politólogo argentino Juan Manuel Karg (Rebelión, 20/3/2014) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182262

[3] La “oposición democrática” en Venezuela: peor que el fascismo,- artículo del politólogo Atilio Borón (Resumen Latinoamericano, 27/4/2017)

[4] Ucrania: otro ejemplo más de hipocresía e intereses de los medios de comunicación,- un detallado informe del analista y escritor Mikel Itulain (¿Es Posible la Paz? 2/12/2013)

[5] ¿”Cascos Blancos” en Venezuela? (investigación),- web Misión Verdad (2/5/2017)


Ver también el vídeo: Conozca las pruebas de la Operación Escudo Zamorano: “acciones de un golpe de Estado” 2 (YouTube, 5/4/2017)

https://adolfoferrera.wordpress.com/?blogsub=pending#blog_subscription-3

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